Cuando el motor emocional se recalienta (y cómo apaciguarlo)
Imagina que tu mente es un automóvil. Algunos días avanzas por la autopista de la vida con el viento en la cara, sintiendo cada curva como una oportunidad. Otros días, sin embargo, el motor empieza a humear, la temperatura sube sin razón aparente y una luz roja en el tablero parpadea: «¡Algo no está bien!». La ansiedad es esa alarma que, aunque busca protegerte, a veces se activa con tanta fuerza que paraliza el viaje.
No hablamos de ese nerviosismo puntual antes de una entrevista o un examen. Hablamos de esa voz que susurra «¿y si todo sale mal?» mientras intentas dormir, de esa presión en el pecho que confunde presente y futuro, de ese bucle mental que convierte una preocupación en un laberinto sin salida.
Tres errores que alimentan la ansiedad (y cómo romper el ciclo)
La ansiedad no es un enemigo abstracto: se nutre de hábitos, creencias y patrones que, sin querer, reforzamos. Estos son los más comunes:
1. Tratar de «apagarla» con fuerza de voluntad
Error frecuente: creer que la ansiedad es una falla de carácter. Frases como «Debería ser más fuerte» o «¿Por qué no puedo controlarme?» solo añaden culpa al malestar.
En lugar de luchar contra la ola, flota. Reconócela: «Estoy sintiendo ansiedad. Es incómodo, pero no peligroso». La aceptación no es resignación; es quitarle el poder al miedo al miedo.
2. Buscar soluciones rápidas en lugares equivocados
Desde scroll infinito en redes hasta ese tercer café para «distraerse»: intentamos tapar el vacío con acciones que, en realidad, sobrecargan el sistema nervioso.
Intenta reemplazar el «hacer por hacer» con micro-rituales conscientes: respira profundamente 3 veces antes de abrir el correo, camina 5 minutos sin mirar el teléfono, o escribe en una libreta: «Ahora mismo, estoy a salvo».
3. Aislarse en nombre de «no molestar»
La ansiedad prospera en la oscuridad. Cuando nos encerramos en silencio («nadie entendería»), convertimos un malestar personal en una prisión solitaria.
Intenta romper el tabú: Comparte cómo te sientes con alguien que escuche sin juzgar (un amigo, un terapeuta, un grupo de apoyo). Verás: no eres el único con el motor recalentado.
La paradoja que nadie te cuenta: La ansiedad puede ser tu maestra
Sí, has leído bien. Esa sensación agobiante no existe para torturarte, sino para señalarte que algo en tu vida necesita atención. Tal vez:
– Llevas semanas posponiendo una conversación difícil.
– Tu cuerpo está pagando el precio del «todo está bien».
– Necesitas replantear una relación o un proyecto que ya no resuena.
La ansiedad es como un semáforo en amarillo: no significa «detente para siempre», sino «revisa, ajusta, elige con cuidado».
¿Y si en vez de «vencer» la ansiedad, aprendes a convivir con ella?
No se trata de erradicar la ansiedad (es parte de la condición humana), sino de cambiar la relación con ella.
La vida no es una carrera para escapar de las emociones incómodas, sino un viaje para aprender a surfearlas. Hoy, mientras lees esto, recuerda: ese motor recalentado no define quién eres. Es solo una señal de que, tal vez, es hora de reducir la velocidad, chequear el mapa y permitirte repostar.
¿Y si en vez de temerle a la ansiedad, la usamos como brújula hacia una versión más compasiva de nosotros mismos?
Si tienes dudas de cómo realizarlo, anímate a dar el siguiente paso para superarlo y conversemos!✨
¡Qué tengas un gran día!
Alexandra Pinto Chanjan
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