Recuerdo que, en uno de mis primeros empleos, tenía alrededor de un año trabajando y se comunicaron conmigo, de otra empresa, para ofrecerme un puesto de trabajo.
Estaba súper contenta porque esa oportunidad laboral significaba aprendizaje y ampliar mi visión como profesional dentro de una empresa reconocida en el medio.
Pasé por entrevistas y evaluaciones, después de algunas semanas recibí la tan esperada llamada para informarme que había quedado seleccionada, me preguntaron mi disponibilidad de ingreso y yo dije que tenía que negociarlo con mi actual empleador para dejar todos mis pendientes resueltos, a lo que ellos respondieron que tratara de ser el menor tiempo posible porque me necesitaban “para ayer”.
Hablé con mi jefe, presenté mi carta de renuncia y acordamos que me quedaría 15 días más. Cuando llamé a la empresa que me había reclutado, para indicarles mi disponibilidad de ingreso y coordinar la firma de contrato, la persona encargada del proceso de selección me indicó, de forma muy déspota por cierto, que ni pensara en asomarme por la empresa si no asistía al día siguiente.
Obviamente, me sentí muy mal, había arriesgado mi empleo fijo, por la idea de algo “mejor”.
Luego de un par de semanas, me contactó otra empresa, me pidió agendar una entrevista y después de unos días ya trabajaba para ellos.
Esta experiencia me sirvió para darme cuenta que no todas las personas, ni las empresas, trabajan con valores y profesionalismo.
Muchos obstáculos se pueden presentar en un proceso de selección y, si es un puesto crítico, habrá presión por cubrirlo lo antes posible, pero no es justificación para perder el respeto por los candidatos.
Si te encuentras en un momento de transición laboral, no te rindas y persevera! Pronto llegará el puesto de trabajo adecuado para ti y brillarás.
Si necesitas conversar con alguien, te escucho!
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Un abrazo,
Alexandra Pinto Chanjan